El pionero que
relacionó los tonos musicales y los números fue Pitágoras. Su experiencia
consistió en tensar dos cuerdas totalmente iguales cuya única diferencia era la
longitud de ambas. Cuando tocó ambas cuerdas le produjo un frenesí auditivo. A
partir del experimento, se concluyó que si las longitudes mantenían una relación
de longitud 1:2, sonaría una octava musical; Sin embargo si la relación
mantenida entre las dos cuerdas es 2:3, sonaría la llamada quinta. Estas
dos conclusiones se unifican en que existen unos intervalos musicales, cuya
base es la tensión, que son placenteros para el oído. Estos son los acordes.
Ahora bien, ¿Por
qué sólo algunos sonidos son bonitos al oído y otros no? La respuesta a esta
pregunta la obtenemos al analizar las ondas producidas por los sonidos en un
gráfico presión-tiempo:
Mientras que el sonido de una nota musical
describe una onda simétrica con un periodo y frecuencia estables, la onda
descrita por un ruido es corta e irregular. Esto no quiere decir que los
instrumentos musicales no produzcan ruidos, que también lo hacen.
Aquí tenemos una comparación de los dos tipos de gráficas que podemos
encontrar al responder la pregunta que he formulado antes.
En primer lugar,
la gráfica de una nota musical es regular en la longitud de onda al igual que
en su frecuencia y periodo. También podemos apreciar que no hay ninguna “onda
secundaria” que produzca un sonido insatisfactorio.
En cambio en la
segunda gráfica se ve el desorden producido por el ruido. No es placentero este
sonido ya que no lleva una cadencia musical como la primera onda.
La música y los
números siempre han estado muy unidos. Sin ir más lejos Brian May (guitarrista
de Queen) es doctor en astronomía.
Pablo Rubio García-Rozas
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